lunes, 3 de noviembre de 2008

La Regla de Oro

Dale Carnegie
Tolerancia
Si somos tan despreciables, por egoístas, que no podemos irradiar algo de felicidad y rendir un elogio honrado, sin tratar de obtener algo en cambio; si nuestras almas son de tal pequeñez, iremos al fracaso, a un fracaso merecido.

Hay una ley de suma importancia en la vida y conducta de la humanidad. Si obedecemos esa ley, casi nunca nos veremos en aprietos. Si la obedecemos, obtendremos constante felicidad e innumerables amigos.

Pero en cuanto quebrantemos la ley, esa ley, nos veremos en interminables dificultades.

La ley es esta: Trate siempre de que la otra persona se sienta importante. Los filósofos vienen haciendo conjeturas acerca de las reglas de las relaciones humanas desde hace miles de años, y de todas esas conjeturas ha surgido solamente un precepto importante. No es nuevo. Es tan viejo como la historia. Zoroastro lo enseñó a sus discípulos en el culto del fuego, en Persia. Hace tres mil años. Confucio lo predicó en China hace veinticuatro siglos. Lao Tsé, el fundador del taoísmo lo inculcó a sus discípulos en el valle del Han. Buda lo predicó en las orillas del Ganges quinientos años antes de Cristo. Los libros sagrados del hinduismo, miles de años atrás de esto ya lo enunciaban. Jesús lo enseñó entre las pétreas montañas de Judea hace diecinueve siglos, y lo resumió posiblemente en el precepto quizá más importante del mundo: "Haz al prójimo lo que quieres que el prójimo te haga a ti".

Usted quiere la aprobación de todos aquellos con quienes entra en contacto. Quiere que se reconozcan sus méritos. Quiere tener la sensación de su importancia en un pequeño mundo. No quiere escuchar adulaciones baratas, sin sinceridad, pero anhela una sincera apreciación. Quiere que sus amigos y allegados sean "calurosos en su aprobación y abundantes en su elogio". Todos nosotros lo deseamos. Obedezcamos, pues, la Regla de Oro, y demos a los otros lo que queremos que ellos nos den: ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?La respuesta es: siempre, en todas partes.

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